Hoy se cumplen dos años del fallecimiento de Maximino Galán Núñez, nunca lo llamé “Chiqui”, consideraba que ese nombre estaba reservado para los que compartieron su infancia y juventud como Pedro “Perico” Pacheco y Escolástico “Colacho” Aguiar. No quiero dejar pasar la oportunidad de escribir estas líneas en su memoria. No hay día en que por uno u otro motivo no me venga a la cabeza su recuerdo, sigue impregnando todas mis actividades. Y últimamente más, la situación por la que estamos atravesando, como consecuencia de la crisis económica, hace que estemos revisando con frecuencia nuestro modelo, la estrategia, el mensaje, la planificación a corto y largo plazo. Y en eso, él era un maestro, pocas personas tenían esa cabeza privilegiada y argumentos de sobra para, casi siempre, tener razón en el rumbo a seguir. Tenía una especial habilidad para la “fontanería”.
Lo conocí en el año 1992, cuando desarrollaba mi actividad profesional en la consejería de transportes, y él ya había fundado TERRA XXI. Él redactó el Plan Regional de Transportes y a mi me tocó ejecutarlo. Esta sería la forma de trabajar que marcó los años siguientes, que desde mi punto de visto dio muy buenos resultados. Ya en esa época había fichado a dos de sus fieles colaboradores, Jesús y Diana.
En 1994 dirigió el equipo que redactó el Plan Regional de Ordenación de la Información Geográfica, y que en mis primeros años en GRAFCAN me facilitó mucho el trabajo. La parte económica del plan, como siempre, la confió a José Luis Delgado. Sabía elegir muy bien a sus colaboradores. Fue fundamental el apoyo, no siempre explícito ni público, que tuvimos por parte de Adan Martín, José Miguel González y Marisa Tejedor, y en eso también jugaba un papel importante Maximino, sabía a quién llamar en cada momento, no le gustaba estar en el foco de la noticia, pero de una manera inteligente hacía que las piezas del puzle encajaran.
En todos los ámbitos de la actividad de GRAFCAN dejó su impronta, en la geodesia, en los vuelos fotogramétricos, en las ortofotos, en los modelos de cartografía, en las herramientas de difusión, en la comercialización, siempre tenía propuestas que muchas veces rompían con las formas y técnicas tradicionales de hacer las cosas. Él fue el creador del concepto DUT (Dato Único Territorial), y aún recuerdo la primera presentación que hice de ese concepto en 2º Congreso Territorial 2000 celebrado en Pamplona, me tocó después de la magistral conferencia de Fermín Muñoz, me salté el guión e improvisé la introducción. De aquella época también recuerdo las largas reuniones con Roberto Clerigué y Maximino sobre los modelos de datos de la cartografía. Yo creo que no le gustaba eso de dar conferencias, siempre se las ingeniaba para que me tocara a mí. Porque a eso, a hacer presentaciones, también me enseñó. Power Point, dos minutos por diapositiva, nunca presentar sistemas en tiempo real.
A los pocos años de iniciar el proyecto GRAFCAN, sobre el año 2000, ya empezó Maximino a inculcarnos la necesidad de salir de Canarias, de desarrollar proyectos en el extranjero. El modelo que él había diseñado para Canarias era exportable, y me costó algunos años convencerme de que era cierto. Aquellas presentaciones del DUT (En Açores, Madeira y Cabo Verde) en el año 2002, aparte de establecer lazos de amistad con Luisa Magallanes, María Joao y Celso Fernández (también fallecido repentinamente), entre otros, supuso el descubrimiento de un nuevo mercado para nuestras actividades, una oportunidad de exportar nuestra experiencia en Canarias.
En el año 2005 llegamos con nuestros proyectos a México, después de pasar por Panamá, Costa Rica, Venezuela. En México se sentía como en casa, creo que allí hizo una parte de su doctorado en física y también intentó hacer algún proyecto con el INEGI, conoció por aquel entonces a Paco Cobos “Cobito”, astrofísico de la UNAM, tristemente también fallecido en noviembre de 2011, a Alfonso Zarco que trabajaba en asuntos de teledetección para la NASA y actualmente trabaja en INEGI y a Néstor Duch que fue Director General de Geografía del INEGI durante esa época que Maximino estuvo en México y dirigía GALILEO.
Estoy seguro de que habría disfrutado con nuestra incipiente experiencia internacional, y nuevamente habría que darle la razón, el mundo no se acaba más allá de nuestras fronteras.
Su huella ha sido muy profunda, no en vano él es “culpable” de que estos 17 últimos años hayan sido los más intensos de mi vida profesional, y no me avergüenza decir que lo que sé de este oficio de la cartografía me lo enseñó Maximino, al contrario puedo decir con orgullo que soy un discípulo de sus enseñanzas. Creo, sin temor a equivocarme, que muchos de los que trabajamos en GRAFCAN, de una u otra manera han sido influenciados por sus consejos. Esther Rivero dice que Maximino ha dejado a cada uno de los que compartimos sus vivencias un poquito de él y entre todos podríamos reconstruir su pensamiento.
Por último quiero dedicarle un saludo muy afectuoso a su esposa Marta, y a sus hijos Elisa, Jaime, Cristina y Jorge a los que veo con menos frecuencia de lo que me gustaría.
Pido disculpas a los citados. Es difícil hablar de Maximino sin nombrar a sus amigos, que fueron muchos. Hasta siempre.
Bernardo Pizarro Hernández